La ciudad-estacionamiento

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Los automóviles estacionados son actualmente uno de los principales elementos del paisaje urbano en nuestra ciudad…

Alma A. Rodríguez /
Académica
lunes, 29 julio 2019 | 06:00

Los automóviles estacionados son actualmente uno de los principales elementos del paisaje urbano en nuestra ciudad: autos estacionados en las vialidades, otros tantos sobre la banqueta, ademas de todos aquellos que reposan en las grandes superficies pavimentadas destinadas a este fin tanto de comercios, de oficinas, de planteles educativos, e incluso de parques y espacios culturales, las cuales bordean gran parte de las calles de la ciudad.

A pesar de ello, es casi un hecho que todo conductor de automóvil ha tenido por lo menos alguna vez dificultad para encontrar un lugar donde estacionar su auto, ya sea en el trabajo, en la universidad, en un centro comercial, en los corredores comerciales de la ciudad, y en ocasiones incluso en su propia vivienda. Es muy común ver autos dando vuelta tras vuelta en estos sitios esperando que alguien deje libre algún espacio para poder ocuparlo, lo cual en ocasiones llega a convertise en motivo de disputa y molestia entre conductores, pues la frustración del tiempo desperdiciado en esta faena, llega a ocasionar actitudes poco cordiales entre automovilistas.

Debido a lo anterior se suele pensar que hay un déficit de espacios de estacionamiento en la ciudad o en los distintos establecimientos y edificios y que es a causa de este déficit que se originan estos problemas. Esta idea ha llevado a un círculo vicioso de utilizar más y más espacio urbano para albergar autos estacionados sin llegar nunca a resolver el supuesto problema.

Estudios en distintas ciudades, han evidenciado que el aumento de espacios de estacionamiento trae consigo el mismo efecto que la ampliación de espacio vial respecto al tráfico, llamado “demanda inducida”, este fenómeno muestra que, al poco tiempo de ampliar la capacidad, en este caso de estacionamientos, éste volvería a saturarse en el corto plazo, tal como ha sucedido cuando se construyen edificios de estacionamientos que  poco tiempo se ven rebasados por la demanda que estos mismos han propiciado.

Debido a esto es que se ha comprendido que el supuesto problema de estacionamiento en las ciudades, es en realidad un problema del modelo de planeación y de movilidad centrado en el automóvil, el cual ha llegado a su límite, es decir, se ha vuelto insostenible en varios aspectos: el ambiental, el social y el funcional.

La insostenibilidad del modelo en cuanto a lo funcional está estrechamente relacionado con la eficiencia, la cual se refiere a la utilización de la menor cantidad de recursos para la obtención de los mejores resultados. En el tema del estacionamiento en la ciudad, el recurso es el espacio, y el resultado es el acceso de la mayor cantidad de personas a los bienes y servicios que ofrece la ciudad (trabajo, educación, servicios de salud, víveres, entretenimiento, etc). Bajo está premisa surgen algunas interrogante que nos ayudan a reflexionar sobre este modelo y como funciona: ¿es el espacio destinado a estacionamiento eficiente en términos del resultado deseado? Considerando el promedio de personas que viajan en un automóvil (1.5), y el espacio que ocupa un auto 18m2 (la mitad de lo que ocupa un pie de casa), la respuesta es bastante evidente, aún sin considerar que ese espacio no aporta ni ambiental, ni social, y –actualmente tampoco– económicamente a la ciudad.

Si entendemos que las ciudades tienen un espacio limitado, y que por tanto el suelo urbano es un recurso muy valioso, podemos comprender entonces que el espacio ahora destinado a albergar autos vacíos es un recurso que actualmente está siendo subutilizado y además regalado.

La estrategia a nivel internacional de las ciudades que han logrado mejorar la calidad de vida de sus habitantes en el tema del estacionamiento, ha sido la de eliminar paulatinamente espacios para estacionamiento para en su lugar crear nuevo espacio público, ampliar banquetas, implementar ciclorutas y carriles exclusivos para autobús, y modificar los reglamentos de construcción, para que en lugar de exigir “mínimos de estacionamiento”– como ocurre actualmente en la normativa local–, se implementen “máximos de estacionamiento” para las nuevas construcciones, y por último, se cobre mediante parquímetros u otros sistemas similares todo el estacionamiento disponible en el espacio público para así reinvertir ese dinero en obra pública para la movilidad no motorizada, y para crear y dar mantenimiento al espacio público que ofrezca algún beneficio social y ambiental para toda la población.

A algunos quizás esto pueda sonar como una pesadilla, sin embargo, la verdadera pesadilla es lo que se genera sin darnos cuenta bajo este modelo, como el largo tiempo invertido en los traslados de una persona, pues según estudios de la Asociación Mexicana de Transporte, una persona pasará durante toda su vida dos años y medio en el tráfico y buscando estacionamiento; además del pobre paisaje urbano dominado por planchas de asfalto y autos estacionados, la ausencia de vegetación y sus consecuencias ambientales y a la salud, entre otros.

Existe evidencia científica de que los mejores consumidores no son los automovilistas, sino los que van a pie o en bicicleta. Suele haber un miedo y cierto prejucio de que al disminuir la oferta de cajones de estacionamiento en un comercio este irá a la quiebra, pero la evidencia muestra que al propiciar un entorno seguro y accesible para el transporte público y medios no motorizados (peatones y ciclistas), esto no sucede sino que al contrario aumenta también el crecimiento económico de estas zonas comerciales. Sólo hay de por medio algunos paradigmas que parecen inquebrantables y algunos patrones culturales que aparentan ser inamovibles. Cuando seamos capaces de ir más allá de ellos, la ciudad será otra.