Adaptar espacios urbanos a nuevos usos: de prácticas históricas a innovaciones en tiempos de crisis

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El COVID-19 ha avanzado rápidamente, disrumpiendo nuestras actividades cotidianas. El virus ha exigido de nuestra creatividad para convertir espacios y acoger temporalmente nuevos usos de emergencia. Mientras muchos nos quedamos en casa adaptando nuestro propio hogar como oficina, escuela, guardería y/o enfermería, actores clave de nuestras ciudades trabajan para contener la pandemia y convertir sitios—generalmente icónicos— adaptándolos a nuevos usos prioritarios en el corto plazo. Hemos visto como distintos espacios de turismo o esparcimiento han cumplido funciones sanitarias durante la crisis, hemos evidenciado con #QuédateEnCasa el problema de cantidad y calidad de la vivienda durante la pandemia; por lo que nos comenzamos a preguntar qué haremos con tantos espacios de oficinas en escenarios de teletrabajo.

Es usual en este tipo de situaciones durante las crisis, ver gimnasios o escuelas como improvisados alberges para damnificados de desastres naturales, pero el COVID-19, con otra escala y limitaciones de distanciamiento y seguridad, nos exige aún mayor complejidad para realizar los cambios físicos necesarios. El coronavirus nos ha llevado a convertir hoteles, hoy vacíos frente a la ausencia de turistas, en espacios de recuperación o cuarentena, especialmente para personas que no cuentan con alguien que los pueda cuidar. Al mismo tiempo, estacionamientos de equipamientos de educación o deporte acogen hospitales de campaña. Vemos también como el palacio del hielo en Madrid, centro de patinaje invernal y entretenimiento, bajo concesión privada exenta de impuestos, se convirtió durante el periodo más alto de la pandemia en una morgue adicional debido a sus bajas temperaturas.

Afortunadamente no partimos de cero en este campo, la preservación del patrimonio ha establecido desde hace siglos estrategias de rehabilitación adaptativa frente a la obsolescencia funcional (cuando un edificio o sitio deja de cumplir la funcionalidad para la que fue desarrollado). Es decir, dado que las sociedades mutan, los edificios existentes cambian de uso para alargar su vida útil, modernizarse y paliar la falta de mantenimiento en fases de subutilización y abandono. Este proceso, en cuanto a sustentabilidad, cosecha el beneficio de la energía incorporada en el edificio, evitando demoliciones prematuras y alargando el ciclo de vida de la construcción y materiales (Bullen, 2011).

Con mayor lentitud que el coronavirus, estructuras patrimoniales y/o preexistentes han enfrentado giros radicales de uso. Excárceles se han convertido en centros comunitarios y culturales en Valparaíso y Montevideo; iglesias convertidas en viviendas en Montreal, Utrecht, Londres, entre otros; espacios industriales en lofts (apartamentos sin paredes divisorias) o talleres de artistas en Nueva York y Baltimore, o en parques de diversiones en el Ruhr y un largo etcétera.


Excárcel de Miguelete Montevideo Uruguay. Hoy centro de exposiciones de arte visual, talleres de artistas, plaza pública y museo de historia natural. Foto por Isidora Larraín, 2019

Excárcel de Valparaíso, Chile. Hoy parque cultural, acoge actividades de danza, teatro, circo, música y galería. Foto por Isidora Larraín, 2013

De izquierda a derecha: 1) Vivienda de lujo. Iglesia Saint Jakobus en Utrecht. Fuente: Contemporist. 2) Pequeños apartamentos en el distrito de San Eduardo en Montereal foto por Isidora Larraín, 2019. 3) Biblioteca en la Iglesia Dominicana de Maastricht, se suma a las incubadoras, restaurantes y otros usos en iglesias. Fuente: Flickr por Bert Kaufmann. Febrero 7, 2009. Usado: Mayo 4, 2020

De izquierda a derecha: 1 y 2) Duisburg Nord en la región del Ruhr en Alemania convirtió industrias de acero abandonadas en parque de diversiones. Aprovechando particulares formas de espacios, incorpora también las salas de exhibiciones de mayor altura de Europa. Fuente: Foto 1, pxhere. CC0 Dominio publico. Foto 2, Tuxyso / Wikimedia Commons / CC BY-SA 3.0 3) Lofts de Vivienda y residencias de artistas en edificios industriales en Baltimore, USA. Flickr por Eli Pousson, 2017 January 26. Usado May 4, 2020

Podríamos aprender de dichos largos procesos de rehabilitación adaptativa para la acelerada y creciente adaptación a nuevos usos que estamos viviendo durante la emergencia y posterior a ella. Primero, tanto las intervenciones en estructuras patrimoniales como las conversiones temporales del coronavirus son reversibles. Esto significa que la lógica de la intervención física permite volver al punto de origen de la estructura una vez haya terminado este nuevo uso y enfrente una siguiente etapa, bajo una función aún desconocida.

Dado que estamos adaptando en tiempo récord, es difícil que no quede huella de estas adaptaciones en la edificación y en la memoria de los ciudadanos. Sin embargo, la mínima intervención adaptativa es también la más rápida, y el tiempo apremia en esta crisis sanitaria. En caso de que la adaptación sea más profunda, el sistema de valorización patrimonial nos facilita la priorización de acciones para mantener aspectos esenciales de las estructuras y sus memorias, aun cuando se enfrenten a usuarios y usos insospechados previamente.

Partamos de una adaptación mínima, tomemos como ejemplo el caso del hotel O’Higgins en Viña del Mar. Este espacio que data de 1936, otrora sede de artistas como Luis Miguel o Chayanne, que participaban cada febrero del Festival de la Canción de Viña, podría recibir pacientes de baja complejidad ya que posibilita hacer uso de 500 camas con baño privado, con espacio para equipamiento y almacenamiento de material; que además permitirá entregar las comodidades para quienes deban realizar cuarentena y no tengan un sitio adecuado para cumplirla. Este hotel de propiedad pública, anteriormente propiedad de privados y cerrado tras un incendio en febrero, fue cedido gratuitamente por el Municipio al Ministerio de Salud durante la crisis. Las medidas de adaptación tomaron sólo semanas e incluyeron la saneamiento de espacios y la remoción del interior del hotel de todos aquellos artículos y mobiliario decorativo para minimizar las superficies de contagio. Las habitaciones deben ser tan higiénicas como cómodas, de modo que pueda mejorar el estado emocional de los pacientes.

Los hoteles sanitarios se repiten a lo largo de ciudades y regiones del mundo, donde se reemplazan turistas por pacientes y luego posiblemente por turistas otra vez. Recordemos que los hoteles tienen sistemas instalados de check-in o recepción, servicios de alimentación a la habitación, limpieza, lavandería, manejo de basura, seguridad, redes antiincendios, etc. que son requeridos y más rápidamente adaptables a estándares de sanidad. Ésta es una intervención es totalmente reversible y agrega valor al edificio por haber desempeñado un bien público en tiempos de crisis. A futuro, el hotel tendrá probablemente tan sólo una placa en memoria de lo que fue en 2020.

Proceso continuo de rehabilitación adaptativa, ejemplo hotel O Higgins.

Otros hoteles están explorando acoger pacientes más críticos y convertir temporalmente sus tiendas de souvenir en farmacias y las oficinas en laboratorios; además de agregar grupos electrógenos y de ventilación o extracción, que permitan equipamiento y redes de tecnología médica y remover las alfombras y mobiliarios de habitaciones para pacientes más críticos. Aun en estos casos, toda acción es reversible. A su vez, en Estados Unidos solamente 3.3 millones de habitaciones de hotel fueron destinadas a personal médico que trabaja sobre el COVID, evitando que regresen a sus casas y sean focos de contagio.

Si tomamos en consideración la psicología de crisis, se percibe como más digno y alentador recuperarse en un hotel sanitario que en una estructura desmontable de toldo. Esta última interrumpe abruptamente en el paisaje urbano y aumenta la percepción de crisis o pánico de una ciudad. Por ejemplo, un hospital de campaña, que invade un espacio abierto y genera mayor impacto que la reutilización de una edificación que permanece cerrada.

Hotel O’Higgins versus hospital de campaña como espacio de atención hospitalaria COVID-19. Fuente: Foto 1: Hotel O’Higgins, Viña del Mar, Región de Valparaíso, Chile, Carlos Figueroa,  Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 InternationalWikimedia Commons. Foto 2: Hospital de campaña en Veorna, Italia. Adert,  Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 InternationalWikimedia Commons. Foto 3: Hospital de Campaña en Gothenburg, Suecia. CFCF,  Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 InternationalWikimedia Commons.

Similar a la industria hotelera, Airbnb también acoge al personal médico en Italia, y 200 Airbnb en Barcelona acogen durante esta crisis a personas sin techo. Varios países de la región tienen sus respectivas estrategias para personas en situación de calle durante la pandemia. Por ejemplo, Sao Paulo desde 2018 localiza a personas en situación de calle, recuperando viviendas abandonadas en áreas centrales. Más aún, los arriendos, anteriormente destinados a turistas por un par de días, se están abriendo a plazos más largos, lo que permite atender el déficit de vivienda en arriendo.

Usualmente son las mega-estructuras icónicas de nuestras ciudades las que se enfrentan a procesos adaptativos, factor común al COVID-19 cuando el espacio para distanciamiento es clave. Las estructuras icónicas, usualmente patrimoniales, son puntos de referencia en las áreas densas pobladas, actuando como sostenes de servicios y mecanismos de respuesta a emergencias. Los espacios seleccionados, tanto de propiedad pública como privada, suelen tener bajo o cero costos de adquisición para que la adaptación sea más rápida y económica. El interés en facilitar su reutilización radica también en que la conservación de estos sitios es de interés colectivo, ya que podrían tener valor histórico por los acontecimientos que allí ocurrieron; valor estético en su propia arquitectura; como también valor simbólico o valor social para una comunidad específica. La mejor forma de conservar un edificio de forma sostenible es mantenerlo bajo uso, sea respetando el uso original o asignándole uno nuevo.

Hemos visto también centros de convenciones que asisten la emergencia del COVID-19, como Espacio Riesco en Santiago o Javits Center en Nueva York. El controvertido arriendo del centro de convenciones privado, Espacio Riesco, por el Ministerio de Salud de Chile en alrededor de U$S 20.000 por 3.500 m2 al mes fue habilitado en cuestión de semanas. Este proceso nos entrega varios aprendizajes sobre la adaptación de edificios privados por entes públicos. Esta estructura se encuentra en la zona hasta entonces más afectada por la pandemia en Santiago, cuenta con un estratégico acceso y grupos electrógenos claves para el funcionamiento hospitalario pese a los cortes de luz, entre otras condiciones. Sin embargo, su arriendo trae a discusión la necesidad de justificar las ventajas comparadas de esta infraestructura versus otras a costo 0 en la zona, y la necesidad de publicar los actos administrativos de arriendo del espacio y compra para habilitación en portales de transparencia.

Por su parte, el Centro de Convenciones Jacob Javits en Nueva York, de propiedad y gestión pública local, se habilita con fondos locales y se pone a disposición federal, a la espera de un reembolso nacional. Como muchos espacios en crisis, fue habilitado a través de agencias asociadas a las fuerzas armadas. En menos de una semana ya contaba con 1,000 camas hospitalarias. Destacan los expertos militares que la adaptación física no fue el problema, el método fue similar post huracán Katrina en NOLA o Sandie en Puerto Rico, pero gestionar un hospital es otra cosa, eso pocos saben hacerlo. La rehabilitación adaptativa va necesariamente acompañada de buenos modelos de gestión desde el principio del rediseño. Modelos complejos en estructuras poli-funcionales de largo plazo y modelos lo más simple y claro posibles bajo protocolos de emergencia.

Si la adaptación del edificio existente para recibir un nuevo uso es más profunda, pueden ayudarnos como guía criterios de intervención desde la preservación patrimonial. Dependiendo de la edificación y su nivel de protección, comúnmente se mantiene la imagen o ícono asociado a la fachada o envolvente, la tipología del edificio y estructura gruesa, mientras se modifican espacios interiores acorde a las nuevas demandas. Esto no respondería sólo a una racionalidad simplista de qué queremos preservar para disimular una intervención a simple vista, sino principalmente a proteger los valores colectivos asociados a ese edificio. Por ejemplo, difícilmente funcionará bien en un nuevo uso, social y ambientalmente, un edificio en tipología de casa patio, si cerramos la luz y/o la ventilación proveniente del patio para acoger nuevas funciones.

Cuando un edificio diseñado para un uso especifico no tiene más demanda para dicho uso o está en desuso, se puede deber a que sus condiciones físicas ya no cumplen las normas vigentes, su área o suelo ya tiene otra vocación, o la accesibilidad/conectividad ya no compite con otras zonas emergentes de la ciudad. Entonces surgen no sólo desafíos arquitectónicos de funcionalidad, habitabilidad y estándares de confort, sino también desafíos legales y/o de carácter regulatorio para cambiar el uso del suelo a largo plazo (fuera de periodos de emergencia). En el caso de los objetos, si dejan de sernos útil fácilmente se van a un closet o al basurero. En el caso de edificios, de gran escala y costo, la obsolescencia funcional nos obliga a pensar en el encuentro entre la estructura disponible y las nuevas necesidades (Abramson, 2016). Asimismo, existen oportunidades y barreras clave que nos facilitan la toma de decisiones para rehabilitar.

Resumen de barreras y oportunidades para optar por la reutilización adaptativa o construcción nueva. (Esta toma de decisiones no aplica para edificios patrimoniales protegidos). Fuente: Imagen del autor, basada en Bullen, 2011.

Por otro lado, países como Italia, España y varios latinoamericanos están discutiendo los pagos de arriendos de locales comerciales que deberán permanecer cerrados por meses, por los tanto sin ingresos y con alto alquiler. La reutilización temporal o permanente de espacios tiene un valor directo en cuanto a renta e indirecto en cuanto a existencia, opción de uso y herencia o referencia para comunidades locales (Rojas, 2013). También se desprenden beneficios socioculturales, económicos y ambientales al mantener estructuras existentes en (¿un nuevo?) uso activo. Reutilizar un edificio existente es ante todo una decisión ambiental, que nos permite minimizar el impacto energético (y de emisiones) asociado a la nueva construcción, nuevos materiales y nuevo suelo.

Desde 2018, el Laboratorio de Ciudades del Banco Interamericano de Desarrollo ha estado probando nuevos usos temporales en espacios icónicos y céntricos de las ciudades de Sao Luís, Panamá, Paramaribo, Buenos Aires, Santiago, entre otras. Estas intervenciones temporales implican evaluaciones de resultados para entender qué de los nuevos usos se adapta mejor al contexto físico y social, para después replicar o escalar estas experiencias exitosas. Hoy nos enfrentamos a un nuevo desafío por el COVID-19, el reposicionamiento de cambios de uso podría abrir oportunidades de innovación y aporte urbano en edificaciones o infraestructuras cerradas o subutilizadas, usualmente en localizaciones estratégicas. El espacio compartido que no hemos podido utilizar tomará un rol distinto en las ciudades que podremos explorar y co-construir

Nunca antes vimos una irrupción tan masiva del teletrabajo como estas semanas, será que como herencia del COVID-19 debemos pensar cómo adaptamos los espacios de oficina a nuevos usos, tal como lo viene haciendo ciudades como Ámsterdam, donde ex edificios de oficinas en áreas centrales atienden el déficit de vivienda bien localizada. Son tan múltiples las posibilidades de usos como las necesidades evolutivas de nuestras ciudades y si tenemos una certeza con esta pandemia es que debemos ser flexibles para reaccionar rápido a nuevas necesidades urbanas. No tenemos ni el tiempo, ni los recursos (financieros y ambientales) para construir cada vez desde cero, la rehabilitación adaptativa que venimos practicando hace siglos toma cada vez más fuerza.